Por Christián Gutiérrez
Hablemos un poco de neurociencia. Hoy se sabe que existe el llamado “efecto manada” en el ser humano. Lo ejemplifico: cuando tú ves a alguien hacer algo que te llama la atención, tiendes a hacer lo mismo; serás el segundo en la fila que lo hace. Una tercera persona, que te vea a ti y a la primera persona, seguirá el mismo patrón de comportamiento. Una cuarta persona que te vea y que observe a las demás, hará lo mismo, y así sucesivamente, hasta que un grupo de personas esté haciendo lo mismo que la primera persona al mismo tiempo.
Inténtalo: un día grita en un bar ¡Fuego! y sal corriendo, y verás cómo las demás personas muy posiblemente harán lo mismo que tú (hasta en tanto no se percaten de que es una broma muy pesada de tu parte). A esto se le llama efecto manada, comportamiento gregario o efecto cascada.
Te comento algo más: así es como nos comportamos los seres humanos, porque de no hacer lo que la manada hace, vendría a nosotros una emoción negativa que se produce en el cerebro, particularmente en la amígdala, que se encuentra en la parte más primitiva del cerebro, en el llamado cerebro reptil.
De hecho, los medios de comunicación tienden a provocar mucho el efecto manada, quizá sin saberlo. Noticias con carga negativa -o positiva- captan la atención de cientos o miles de personas y las arrastran en manada.
El gran problema de esto es que en muchas ocasiones las notas tienden a ser negativas o verdades a medias y nunca son aclaradas de acuerdo a la verdad. Un ejemplo de esto es la noticia de que el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue quien engañó a los mexicanos al crear una Guardia Nacional militarizada. Se le acusó de esto, pero nunca se dijo la otra parte de la noticia: Que en el Congreso de la Unión, todos los partidos políticos aprobaron que durante los primeros cinco años de vida de la Guardia Nacional, ésta podría ser estructurada y operada por militares. Es decir, todos los partidos políticos sabían de la militarización que podría intentar López Obrador y aún así aprobaron las reformas constitucionales que lo hicieron posible.
Pero regresemos a los temas de neurociencia, neuromarketing y comunicación. El gran problema de lo mencionado es que de la misma noticia nada se sabrá al poco tiempo; no se le dará seguimiento por iniciativa de los medios de comunicación, y mucho menos trascenderá públicamente la noticia clarificada. Se quedará en un plano meramente sensacionalista.
Anotemos otro grave problema: los partidos políticos de este país, por alguna razón no están comunicando nada para defender su posición ideológica, sus marcos conceptuales y sus grandes ideas de los temas que acontecen en el país. Esto hace que su imagen y reputación pública como instituciones sean aún más erosionadas. Lo único que la mayoría de ellos hacen es guardar silencio, autoengañándose al pensar que dejando pasar el tiempo y la noticia, la gente lo olvidará.
El asunto es que en los partidos políticos desconocen de improntas, anclas en el cerebro y de heurísticas mentales. En los partidos políticos, no hacen neuromarketing político y comunicación a partir de economía conductual y psicología cognitiva. Esto hace que los partidos no comprendan que la impresión negativa -o positiva- cuando es repetitiva, se vuelve algo aprendido, en consecuencia, algo reconocido y familiar para el cerebro.
Lo digo de manera más sencilla: aunque los partidos políticos dejen pasar este tipo de noticias que podrían clarificar o utilizar a su favor, la impronta (recuerdo y aprendizaje) ya está en la cabeza de las personas y lejos de olvidarse, se conservará. Si los partidos no actúan, es así como el cerebro de los mexicanos los visualizará en su mente: como entes inactivos para el bien común.
En realidad, el mexicano se dará cuenta de que los partidos políticos hacen silencio sólo para salvar su pellejo, y eso generará aún más molestia contra ellos.
¿Qué tendrían que hacer entonces los partidos políticos para afrontar la comunicación negativa que arrastra a los ciudadanos y los hace creer todo? Dos ideas sencillas:
La primera: deben conocer cómo funciona el cerebro humano y crear estímulos de marketing político que emocionen y persuadan al cerebro de los mexicanos.
Deben conocer acerca de las personalidades para hacer sus estrategias de marketing político y comunicación, por ejemplo:
- El ecuánime: de humor igual.
- El pusilánime: de ánimo encogido.
- El exaltado: de ánimo siempre arriba.
- El magnánimo: ánimo de empuje, que siempre afronta retos.
- El animado: de ánimo activado.
- El desanimado: de ánimo decaído.
- El exánime: el que está desmayado, en coma.
La segunda: deben salir a comunicar el seguimiento de las noticias; pedir a los medios de comunicación que ellos les den seguimiento a las noticias y hagan públicos los avances de los temas polémicos.
Hay que recordar que el cerebro de los humanos necesita información clara, sencilla y no exhaustiva para aprender.
Pero además, deben ser conscientes de que los ciudadanos saldrán el día de mañana a votar por uno u otro partido, y aquel que sepa de lo que hablo, con seguridad llevará ventaja y ganará más votos.
* El autor, es maestro en neuromarketing, politólogo y consultor político.
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