Ciudad de México.- El 20 de febrero de 2014, Carmen Sánchez se encontraba en casa de su madre cuando su atacante y expareja ingresó al domicilio para pedirle que regresara con él, ante su rechazo, el agresor le lanzó ácido en cara y cuerpo. Esta es una forma de ataque utilizado para marcar permanentemente la vida de las víctimas:
“El ataque con ácido que recibió mi piel, que recibió mi cuerpo, le dio un giro completo a mi vida que no volvió a ser la misma. Tampoco las vidas de mis hijas, ni la de mi familia
“Es una agresión muy fuerte pues no sólo daña tu piel; lo hacen con la intención de lastimarte, de dañarte para siempre, para que no vuelvas a tener ninguna pareja, lo hacen con toda la intención de arruinarte”, dijo Carmen en entrevista para Notimex.
Un año antes de este suceso había sido atacada con un picahielo en el estómago y los brazos; en otra ocasión su expareja la amenazó con aventarla a un barranco si no regresaba con él. Hablar de este episodio implica recordar la violencia que sufrió durante casi 10 años como pareja de un hombre violento, quien fue también el padre de sus hijas:
“En la relación hubo mucho daño psicológico por parte de él a mí; yo soy 17 años menor que él, aún no sabía distinguir la violencia que había. Para mí era algo normal vivir esa situación, yo creía que las cosas que él me hacía eran porque me quería, pero ahora me doy cuenta de que no era por eso”
Saber que lo que vivía era violencia habría hecho toda la diferencia: “Porque así lo hemos vivido con nuestra familia se nos hace una costumbre, creemos que es normal porque la mamá vivió esto o las personas con las que crecimos. No sabía que el que te negaran el dinero era una violencia, ni de la violencia reproductiva. No distinguía nada de eso, ni yo misma sé cómo lo enfrentaba, sólo sé que un día ya no quise estar en esa situación.
«No podía ver más allá de la maldad que había en nuestra relación”, dijo. A cinco años de la agresión Carmen ha atravesado por un proceso legal lento y deficiente:
“Si la parte médica ha sido difícil, el proceso legal lo ha sido mucho más. Mi carpeta estuvo extraviada cuatro años, a mí este ataque me mandó ocho meses directo al hospital sin poder salir. Cuando salgo y empiezo a buscar mi carpeta me dicen que no existe.
“Estoy enojada con las autoridades porque no lo han detenido, estoy enojada porque pareciera que yo soy la que cometió el delito, que mis hijas fueron las que hicieron esto y tenemos que vivir escondidas. De inmediato perdí mi trabajo, nos niegan nuestros derechos, las víctimas no tenemos el acceso a la información”.
A pesar de las dificultades, ella permanece luchando por recuperar su tranquilidad, por ella y también por las mujeres que atraviesan por la misma situación: “Desde el día uno de mi ataque decidí denunciar».
Me he hecho fuerte porque no quiero que esto siga pasando, porque quiero ser la última mujer a la que le hagan esta agresión; así como le dio un giro a mi vida para mal, a mi físico, le dio un giro a mi fortaleza porque yo me he vuelto más fuerte”.
Carmen se encuentra en una casa de resguardo proporcionada por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado en espera de que su agresor sea aprehendido:
“Yo vivo con miedo, sí es verdad que estoy muy fuerte, tengo mucha fortaleza para seguir, pero tengo dos hijas y temo mucho por su seguridad, porque él no es una persona sana. No he dejado de luchar, pero a veces siento que sola no puedo. Siempre digo que el ácido lastimó mi piel, lastimó mi vida, pero no me quitó las ganas de vivir”.