- Entre el 2008 y el 2015, la ciudad fronteriza de Tijuana ha recibido un millón de deportados.
El acoso policial, el estigma y discriminación de la población hacia los deportados de los Estados Unidos y la falta de conciencia entre los migrantes de los riesgos de contraer el virus del VIH, hacen que el índice de frecuencia de casos seropositivos se eleve 3 veces más en la ciudad de Tijuana que en el resto del país, afirmó el investigador de la Universidad de Texas, Miguel Pinedo
Invitado a la Casa de Hidalgo por el Centro Nicolaita de Estudios Migratorios, la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Psicología, el cuerpo Académico Intervenciones Psicológias y Socioculturales en Familia, Género, Migración, Educación y Salud de la UMSNH, Miguel Pinedo expuso el resultado de sus estudios para interrelacionar la frecuencia del sida entre población migrante, deportada de los Estados Unidos.
Para iniciar expuso que la ciudad de Tijuana cuenta con una población de un millón y medio de habitantes y que, entre el 2008 y el 2015, ha recibido un millón de deportados, de los cuales el 90 por ciento son hombres y el 75 por ciento de ellos son mexicanos.
El perfil del deportado lo describió como a hombres que llevan residiendo en los Estados Unidos sin papeles por 10 o 20 años, han cometido algún crimen y después de cumplir su condena son deportados; o bien son exintegranes del ejército norteamericano, o padres de niños nacidos en los Estados Unidos.
Una vez en Tijuana -prosiguió- los deportados toman una de tres opciones: quedarse en la frontera porque no conocen México ni tienen familiares en el país, permanecer en Tijuana para cruzar y ver a sus familiares o regresar a sus comunidades de origen.
El profesor investigador asistente en el Departamento de Kinesiología y Educación para la Salud en la Universidad de Texas, centró su estudio entre quienes deciden permanecer en el borde fronterizo porque es su primera vez en México y no conocen a nadie.
Del grupo estudiado, la mayor parte se veía obligada a residir en las márgenes del río Bravo en donde hay una población con alta incidencia de drogadicción por inyecciones, promisicuidad y pobreza.
A esa condición se suma el estigma de ser deportado por la apariencia fácilmente identificable por la población, por lo que les niegan cualquier tipo de ayuda al pensar que son delincuentes, además del acoso policial, del cualel 60 por ciento de los entrevistados dijo haber sido víctima.
Al describir la conducta de los elementos policiales mexicanos en la ciudad de Tijuana, el investigador indicó que el acoso que ejercen sobre los deportados los orilla a sumergirse en el mundo de las drogas en esa franja poblacional a las márgenes del río, lo cual hace que fácilmente adquieran el virus del VIH.
Arrestados sin razón aparente, solicitud de soborno o robo de dinero y bienes, confiscación de documentos de identificación, confiscación de jeringas, golpes, quema de sus posesiones y solicitud de favores sexuales a cambio de no molestarlos, son las principales causas que los deportados reportaron en entrevista al investigador.
Esta situación, aunada a la falta de documentos de identificación, los cuales le servirían a los deportados para acceder a un empleo y servicios públicos de salud; además de estar en México por primera vez, provoca depresión y un síndrome de desorientación que les hace presas fáciles de la drogadicción y la prostitución.
Ante esta realidad, añadió Miguel Pinedo, las autoridades mexicanas han implementado programas a partir del 2013, para mitigar el impacto de la deportación en las ciudades fronterizas mexicanas, para que la persona reciba primero albergue y alimentos, las facilidades para obtener su acta de nacimiento y su credencial del INE. También se les ofrecen servicio de salud o de intercambio de jeringas usadas por limpias.
Se han instalado módulos de atención psicológica para orientar a los recién llegados y empresas norteamericanas han decidido dar empleos en call centers a los deportados por ser en su mayoría bilingües, ayudando así a que obtengan un empleo.
Aunado a lo anterior, se está implementando un programa de capacitación para policías locales para que tomen conciencia sobre los riesgos del VIH en deportados y quitar mitigar el estigma social y discriminación hacia los deportados.
El doctor Miguel Pinedo es profesor asistente en el Departamento de Kinesiología y Educación para la Salud en la Universidad de Texas. Sus líneas de investigación se centran en la relación entre migración y salud de los migrantes latinos en los Estados Unidos.
Su trabajo investiga cómo los factores sociales y estructurales asociados con la migración a los Estados Unidos; migración voluntaria y forzada (por ejemplo, deportación); migración doméstica dentro de México; y la migración a entornos de alto riesgo (por ejemplo, entornos con mayor disponibilidad de alcohol y drogas) se relacionan con la epidemiología del abuso de sustancias, el riesgo de contagiarse del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) y los daños relacionados.
Antes de unirse a Universidad de Texas, Pinedo recibió su Doctorado en Salud Global de la Universidad de San Diego, California y completó su entrenamiento postdoctoral en la UC Berkeley, en los Estados Unidos.