Ciudad de México.- (Notimex).- “Hubiera querido ser pianista, pero en mi casa no había dinero para comprar un piano”, recuerda Horacio Franco, quien nunca pensó que años después, la flauta le permitiría vivir decentemente, a pesar de ser un instrumento considerado «el patito feo».
Su primer acercamiento con la música y la flauta como instrumento escolar ocurrió en la secundaria, a los 11 años de edad, pero a los pocos días, cuando escuchó a su amiga Claudia Aguirre tocar a Wolfgang Amadeus Mozart en el piano, supo que iba a estudiar la carrera.
“El maestro de música nos mandó llamar para que tocáramos y cuál fue mi sorpresa enorme, escuchar a Claudia, y claro, me quedé infartado, fue como una revelación, una epifanía, desde ese momento quise ser músico, y nadie me sacó de ahí, jamás”
Franco es el más chico de siete hermanos, tres ya fallecidos, estudió la primaria en la Escuela 5 de Mayo de 1962, después en la Secundaria 35, y de ahí dio el salto al Conservatorio Nacional de Música, para iniciar después una gran carrera musical.
Aunque le hubiera gustado ser pianista, pero no había dinero para comprar un piano, sus padres no lo apoyaron para estudiar música, menos para adquirir un instrumento porque vivían al día, ellos no tenían idea de lo que era estudiar música y menos para darle a su hijo esa satisfacción.
Entrevistado en uno de los espacios de su casa, decorada en sus paredes con bellos y magníficos autorretratos y un gran piano, reveló que tuvo que luchar mucho en contra de la voluntad de sus padres que no querían que estudiara música.
Para ellos no era una carrera decente o una profesión que dejara beneficios, por lo que a los 13 años tomó la decisión de entrar al Conservatorio a escondidas de ellos.
Pero cuál sería su sorpresa, pues en el Conservatorio no enseñaban música para flauta de pico o dulce, por lo que el maestro de música le comentó: “No chatito aquí no damos instrumentos latinoamericanos folclóricos».
Yo le contesté que la flauta no lo era, pero me dijo, «de todos modos no damos eso aquí y tuve que estudiar violín”.
Así, compró el violín con unos ahorros de un dinero que le había dado su hermana, y finalmente estudió ese instrumento, y al recordar que el maestro era director de la Orquesta de Cámara del Conservatorio, aprovechó para pedirle una oportunidad en un ensayo.
“Aunque me trataban como la peor chancla del mundo, porque empecé muy tarde el violín, a los 13 años es muy tarde, es como empezar danza o gimnasia olímpica, a esa edad tienes que empezar mucho más chico si quieres ser sobresaliente en esas disciplinas”
El músico, nacido el 11 de octubre de 1963 en la Ciudad de México, en la calle de Varsovia 62, que hoy es una iglesia, relató que al pedirle esa oportunidad de tocar como solista, su maestro y director de orquesta no daba crédito.
“Le dije: no es con el violín, es con la flauta, saqué el instrumento y toqué un concierto de Antonio Vivaldi, quedó muy asombrado y a partir de ahí me dio el primer chance que tuve de tocar como solista con la orquesta, el 12 de abril de 1978, en Bellas Artes, que el año pasado cumplí 40 años de carrera”.
Firmeza y humildad, valores heredados de su familia
El concertista, quien se ha presentado en las más importantes salas de conciertos en el extranjero y en México, reconoció que ante el éxito que tiene, sigue pisando con firmeza y humildad, valores que le inculcaron sus padres.
«Unos padres que eran muy trabajadores», y aunque no terminaron sus estudios de primaria los dos, recibió de ellos principios que sigue y seguirá conservando.
“El hecho que tenga un reconocimiento por mi trabajo y que he viajado por todo el mundo, me da mucha satisfacción, pero no me siento más que nadie»
«Me siento muy orgulloso que nadie me dio nada, ni me compró mi carrera, porque hay mucha gente que le compran su futuro y por ser hijo de…, tiene acceso a todo, pero en lo personal me siento feliz con todo lo que tengo”.
Franco, quien gusta andar en bicicleta, reconoció que nunca pensó que esta carrera de músico le permitiera vivir decentemente o no, sobre todo con la flauta, instrumento que es considerado como el patito feo.
Explica que, al no tener repertorio, no pudo entrar a la orquesta sinfónica, «es un instrumento que cuesta mucho ganarse la vida con él», y como no había dinero para un piano, y el violín lo estudió tarde, decidió seguir con la flauta, y se volvió un apasionado de la música barroca, que es muy apta para este instrumento.
Otro pasaje de su vida y un logro más durante sus estudios de música, fue haber sido aceptado en el Conservatorio de Ámsterdam, la mejor escuela del mundo, donde se dio cuenta que con su talento y pasión no iba a trascender, si no se ponía «a trabajar como una bestia».
“Finalmente ha sido mi congruencia de vivir todo el tiempo trabajando con mucha disciplina, consejos que me dejaron mis padres», reconoce Horacio Franco, quien ya cuenta con una colección personal de más de 60 flautas.