El gobierno de Michoacán es un gigante con pies de barro, que tiene urgencia por construir percepción positiva; sin embargo, esos pies podrían desmoronarse haciendo caer al gigante.
¿Por qué lo digo así?
El gobierno del Presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha fincado la fuerza de su “gobierno” en la buena reputación, la buena imagen y en los índices de popularidad; ahora eso es más que evidente.
Al inicio de su administración le funcionó, porque además utilizaron un encuadre comunicacional muy poderoso con el que han logrado atrapar la conversación pública. La narrativa que han desarrollado a través de los tres años de gobierno es que, “López Obrador es el héroe que desea un cambio benéfico para el país, pero tiene un enemigo peligroso que quiere detener ese cambio y transformación: la corrupción, encarnada en un grupo de políticos, empresarios y periodistas afines, que desean recuperar los beneficios perdidos que les otorgaban los regímenes anteriores, y que se distinguieron por ser conservadores neoliberales, sobre todo corruptos”.
Este es el encuadre comunicacional del Gobierno federal.
Y digo que le ha venido funcionando a los del partido Morena, porque además han utilizado esta narrativa aprovechándose de un humor social muy enraizado, que es ese que rechaza tajantemente al político corrupto.
Por un lado, algunos priístas, panistas, perredistas y otros partidos, han demostrado representar todo aquello corrupto que la sociedad rechaza.
Por otro lado, algunos empresarios se han manifestado abiertamente a favor de estos tres partidos, para que, en alianza, derroten al “enemigo” López Obrador.
Pero también, el encuadre comunicacional diseñado desde la Presidencia de la República ha hecho su labor y ha generado horas, días y muchos meses, en los que millones –no todos- de mexicanos, han hablado de este relato, en donde “los de antes indeseables, que por el momento no ofrecen nada diferente a cambio, desean derrotar al Presidente actual, al que también comienza a salirle mal las cosas”.
Apreció que dije, que “ahora le están saliendo mal las cosas a López Obrador”. ¿Por qué lo digo? Porque su tema insignia, el que ha estado antropológicamente bien estudiado y desarrollado por sus asesores, ha sido dañado a grado tal que ha comenzado a desmoronarse.
Desde hace tres años, López Obrador presentó con astucia la tesis: “los de antes son corruptos”, y él se presentó como la antítesis esperanzadora: “nosotros no somos iguales; no somos corruptos”.
Sin embargo, el caso de la Casa Gris de su hijo, José Ramón López Beltrán, exhibió la incongruencia en el discurso, y ésta, impactó directamente en esa parte del cerebro humano que rechaza lo incongruente.
Por eso, hoy crece el número de mexicanos que rechazan a López Obrador; y no me refiero a sus “fieles”, porque el cerebro de sus fieles no acepta ni aceptará la incongruencia en el discurso de López Obrador, de ser “incorruptibles”.
Regreso a Michoacán.
Pues me parece que bastará un solo error en el Gobierno del Estado, una sola exhibición de que no combatirán –en serio- la corrupción metiendo a la cárcel a “los de antes”, para que el cerebro de muchos michoacanos registre y se amplifique la incongruencia detectada en el discurso gubernamental.
Cuando esa incongruencia llegue, en ese mismo momento, comenzará el principio del fin de los pies de barro.
*El autor es consultor, tiene estudios de doctorado en Política, de maestría en Comunicación, de maestría en Neuromarketing, de maestría en Ciencia Política y de licenciatura en Derecho.