Dice Pedro Baños, en su libro “El dominio mental; la geopolítica de la mente”, que una de las claves para conseguir el control mental de la población es, entretener y distraer.
Y así como en su momento se dijo que la religión era el opio del pueblo que mantenía a las personas ocupadas pensando en temas no terrenales, hoy en día las redes sociales, los video juegos, los deportes, los conciertos de música, los youtubers y los influencers, son esos focos de atención que atrapan la mente y el tiempo de las personas.
El Presidente de México lo sabe, por eso su afición a llenar el Zócalo de la Ciudad de México con grupos musicales, o hablar tres horas por las mañanas en televisión para implantar ideas.
A sus más fieles seguidores, les da entretenimiento, verdades a medias o mentiras y los mantiene distraídos de los temas relevantes del país; alejados de los problemas que sí forman parte de la vida y la modifican para bien o para mal.
Y me refiero a temas como la violencia, la economía y la vida democrática de México.
De ahí que para López Obrador sea incorrecto aspirar o ser un “aspiracionista”. Y lo dice abiertamente, porque lo que desea es que en la mente de las personas no exista el deseo de poseer bienes materiales o tener esperanza, porque sabe que cuando una persona tiene esperanza, su motor de superación está encendido.
López Obrador ocupa personas adormecidas, entretenidas, distraídas y entregadas a sus emociones para que no piensen si lo que pasa en México es bueno o malo.
Por eso el Presidente se pelea con los medios de comunicación que no comparten su narrativa, porque estos medios abren ojos y alimentan una visión diferente a la oficialista. La visión de Obrador es de color de rosa, osea, todo va bien. Pero la visión de los medios de comunicación que le resultan incómodos es la visión que arrojan las cifras y los datos duros, es decir, que el país de hoy, está peor que el país de sexenios anteriores.
Ese es López Obrador, el que quiere y necesita controlar la mente de las personas, para conservar el poder.
*El autor es consultor, tiene estudios de doctorado en Política, de maestría en Comunicación, de maestría en Neuromarketing, de maestría en Ciencia Política y de licenciatura en Derecho.